domingo, 9 de noviembre de 2008

Nos dejó un Mecenas del Ajedrez

Don Eduardo Saguier Iturburu inclinó su rey

Ayer 8 de noviembre, justo un mes y 20 días antes de cumplir 94 años - él cumplía años el 28 de diciembre -, Eduardo Saguier Iturburu nos dejó para siempre. Padre del Maestro Nacional Emiliano Saguier, quién fue Campeón Paraguayo en el año 1967, don Eduardo, conocido también en el ámbito del ajedrez como "El Gran Saguier", fue un mecenas.
Cuando había una competencia en el exterior, o se tenía que organizar un evento, era Don Eduardo la salvación. Llevaba el ajedrez en la sangre. Donde había un tablero, estaba "El Gran Saguier".
Era de carácter fuerte, cerca y lejos del tablero. Cuando estalló la guerra del chaco, él tenía 17 años y no estaba obligado a ir como soldado. Pero su carácter no le permitió quedar pasivo y se presentó como voluntario. En la guerra, defendió nuestra heredad con la misma fiereza que buscaba el triunfo en cada partida que jugaba, y volvió del chaco con el grado de Teniente Primero. Ese era Don Eduardo.

Comenzó a jugar al ajedrez unos 70 años atrás en el célebre Café Royal, que quedaba en la esquina de Palma y Montevideo, en un edificio que hoy ya no existe. El Café Royal se mudó después en la esquina de Estrella y 15 de agosto, y Don Eduardo siguió siendo el más asiduo visitante del local. Tiempo después, el Café Royal cerró sus puertas y fue el Bar Felsina el sitio donde los ajedrecistas, con Don Eduardo a la cabeza, encontraron refugio. El Felsina funcionaba en la esquina de Palma y 14 de Mayo.

Era fácil encontrarlo. Siempre estaba jugando al ajedrez, o en el Círculo de Jefes y Oficiales retirados, o en el Bar Felsina, o en el Salón Palma o en el Bar Tapití, o por las noches en el Círculo Paraguayo de Ajedrez.

Su pasión por el ajedrez era simplemente infinita. Todavía recuerdo cuando un domingo soleado del año 1968, fui llegando aproximadamente a las 9 de la mañana al Círculo Paraguayo de Ajedrez, que por aquel entonces quedaba sobre la calle Independencia Nacional. Don Eduardo estaba jugando con todo entusiasmo con el finado Remigio Yegros. Saludé a ambos y me puse a charlar con unos amigos. Poco después, llega un oficial de policía y pregunta por Remigio Yegros. Yo, preocupado, le dije al oficial "voy a ver, creo haberlo visto, pero no se si sigue por aquí". Fui a la mesa de las rabiosas partidas y le dije preocupado a Remigio: "Remigio, viene a buscarte un oficial de policía". Remigio, cuan grande era, se paró y fue con pasos firmes hacia el oficial. "Que pasa?, soy Remigio Yegros" le dijo. El oficial, más tranquilo, le respondió: "Ah!, si usted es Remigio Yegros, no pasa nada. Esta mañana muy temprano, su señora fue a la comisaría muy preocupada porque usted salió de la casa ayer al mediodía y no había regresado hasta hoy, pero como veo que usted está bien, no hay problema". Remigio sonrió y volvió a la mesa a proseguir sus encarnizadas partidas con Don Eduardo. ¡Habían estado jugando caso 18 horas seguidas!. Ese era Don Eduardo, ni más ni menos. El ajedrez lo tenía incorporado casi genéticamente.

Fue él quien le enseñó los primeros pasos a Emiliano, su hijo que después se convertiría en Campeón Paraguayo y que fue claramente el mejor jugador paraguayo de los últimos años de la década del 60, hasta que poco después de recibirse de Doctor en Medicina viajó a los Estados Unidos para hacer un curso de especialización y ahí se arraigó definitivamente.

Don Eduardo era un fumador impenitente. Era de aquellos que prendía un cigarrillo con la colilla del que se estaba acabando, fumando en forma continuada desde los primeros visos de claridad hasta el anochecer. ¡Ni la nicotina sedimentada por años en sus pulmones pudo con lo que parecía una fortaleza invencible!. Pero todos tenemos un destino inevitable y Don Eduardo no estuvo exonerado de él. Los años fueron deteriorándolo poco a poco y finalmente, como todos habremos de hacerlo alguna vez, "El Gran Saguier" inclinó su rey. Tenemos la absoluta seguridad que ahora mismo está discutiendo irreductiblemente alguna posición conflictiva con Ronal Cantero, Faustino Paniagua, Carlitos Gamarra, Jorge González, en un tablero en el que alguna vez todos jugaremos una partida.

El "Gran Saguier" nos dejó físicamente, pero su nombre está escrito en letras indelebles en la historia del ajedrez.

Quienes lo conocimos, no podremos olvidarlo.

Don Eduardo, en mi nombre y en el del ajedrez paraguayo le decimos: ¡Usted fue un grande!. ¡Descanse en paz!

Por la Federación Paraguaya de Ajedrez: Ing. Julio C. Ingolotti