AJEDREZ : EL ADIOS A UN GRANDE
Por: Hernán Sartori
Como si los avatares de la vida se empecinaran en transformarla en circular, quiso el destino que Reykjavik fuera el escenario donde Robert Fischer viviera su apogeo y su ocaso. En 1972 paseó su talento en la capital islandesa, con su histórica victoria en "El Match del Siglo" frente al soviético Boris Spassky. Y el jueves se apagó su luz en la misma ciudad. El ajedrez perdió a uno de sus más grandes exponentes, que trascendió el tablero hasta transformarse en un personaje polémico que prefirió el ostracismo.La misma propaganda que lo ensalzó hace 36 años como el adalid del triunfo estadounidense sobre la rigidez soviética, en plena Guerra Fría, lo expatrió de su país. Islandia le dio nacionalidad después de que en julio de 2004 lo detuvieran en el aeropuerto de Tokio con un pasaporte anulado por Estados Unidos. El país del Norte le había hecho la cruz por haber revivido el duelo con Spassky en 1992, en una ex Yugoslavia sobre la que pesaba un embargo comercial.
Imposible no asombrarse con la infinidad de anécdotas, curiosidades, excentricidades y frases de Bobby Fischer durante su vida. Una vida sintetizada en la pasión por el ajedrez, esa lucha romántica y desgastante entre mentes. Su cuerpo dijo basta en su hogar por una insuficiencia renal que lo había mantenido internado en octubre y noviembre en el hospital de la Universidad de Reykjavik."No era de esas personas que intenta buscar asistencia médica porque no confiaba en la medicina occidental. Amaba la naturaleza y por eso amaba a Islandia. Estaba muy contento de vivir en este país, pero se sentía un poco prisionero porque no le permitían viajar", explicó ayer Einar Einarsson, presidente del Comité de Ayuda a Fischer.Cansado de las descripciones del periodismo sobre su personalidad, el ex campeón mundial lanzó: "La prensa constantemente dice que soy excéntrico o extraño. ¡Soy aburrido! ¡Soy aburrido!".
Pero su vida fue un devenir de acontecimientos desde su mismo nacimiento, el 9 de marzo de 1943, en Chicago. Para la ley, su padre fue Gerhardt Fischer, que se casó con Regina en 1933. Pero por archivos secretos del FBI, desclasificados, se supo que sus padres estaban separados y que Bobby nació cuando Regina estaba relacionada con el húngaro Paul Nemenyi.Se crió en Brooklyn, Nueva York, donde su madre lo inscribió en un club de ajedrez por sus problemas para relacionarse con los compañeros de estudio. A los 13 años ganó el campeonato juvenil estadounidense. A los 14, el Abierto de los Estados Unidos. Y a los 15 se convirtió en el Gran Maestro más joven de la historia, récord luego superado. Pronto abandonaría el colegio porque lo consideraba una pérdida de tiempo.
Su esplendor llegó en 1972, cuando se consagró campeón mundial y quebró el dominio soviético. Tres años después no aceptó las condiciones económicas y no defendió el título ante el ruso Anatoli Karpov. "Soy un individuo detestable. Mis ideales son el ajedrez y el dinero. Quiero ser riquísimo. Todos quieren serlo, pero ninguno lo dice. ¿Es pecado?", dijo alguna vez.
Desapareció de la escena ajedrecística hasta 1992, cuando reeditó el match con Spassky. Su propósito fue expandir el Fischerandom, un intento de sortear la posición inicial de las piezas en cada partida. "No juego el viejo ajedrez, pero si lo hiciera sería el mejor", señaló en 2005 antes de su reclusión en Islandia.En diálogo con Clarín, un compungido Antonio Carrizo recordó ayer rasgos poco conocidos de Fischer. "Le encantaba comprarse trajes en Argentina -contó el locutor, quien trató mucho al estadounidense-. Ese vicio lo agarró cuando un día Miguel Najdorf le prestó un saco para entrar al casino y le contó que tenía como 25 trajes. Luego de unos meses, los dos se cruzaron en un aeropuerto y Bobby le dijo: "Miguel, me compré 30 trajes; tengo más que tú"".
Para Fischer, Moscú era "El Vaticano del ajedrez". Su pasión llegaba a tal extremo, recordó Carrizo, que un día le tuvo que cortar un bife en su casa de Maschwitz mientras el estadounidense jugaba al ajedrez en un tablero pequeño de cuero que llevaba a todos lados. "El ajedrez de alto nivel es como escuchar música clásica y ver una partida de Bobby es como escuchar a Mozart", graficó Carrizo. ¿Deporte o juego? Robert Fischer trascendió esa dicotomía generada entre piezas blancas y negras. Si el ajedrez es un arte, en parte es por un tal Bobby que ya es leyenda. Y que por esos avatares de la vida, sufrió en Islandia el jaque mate a los 64 años.Sí, 64, como la cantidad de escaques de un tablero de ajedrez.
Fuente: Clarín.com